sábado, 15 de enero de 2011

Construir la sociedad del conocimiento

Es innegable que estamos en la sociedad de la información. Tanto la cantidad de canales y medios, la posibilidad de acceso y la ingente masa de información que nos rodea, a la que podemos acceder casi instantáneamente, provocan en el que quiere estar abierto a lo que se transmite a su alrededor -que no a lo que ocurre, ¡Ojo!- una saturación imposible de digerir.
Y se nos dice, además, que debemos traspasar esa malla o tupida red para alcanzar el nivel del conocimiento, en el que desaparecerá la saturación y la incomprensibilidad que nos produce para conseguir el saber.
Esto puede -y seguramente debe- ser así, pero para ello debemos preguntarnos claramente qué es el conocimiento frente a lo que manejamos ahora, que es tan solo información.
Podríamos, pues, definir el conocimiento, frente a la información y junto a ella por una serie de rasgos:
  • en primer lugar, el conocimiento se basa en la información, pero añade distintas características que lo hacen diferente de ella, como su organización, su condicionamiento y ligazón a una estructura más amplia, lo que la información no ofrece per se y que hay que añadirle para comprenderla en profundidad.
  • en segundo lugar, el conocimiento ofrece un sentido, una explicación, causal o sistemática, que la información no ofrece porque se queda, como mucho, en los datos escuetos.
  • en tercer lugar, el conocimiento se construye con o mediante estrategias cognitivas más o menos complejas, pues la estructura interrelacional que ofrece frente a los meros datos desnudos de la información, requiere del esfuerzo del sujeto que organiza, ordena y da sentido a esos datos para poderles dar una explicación y un relieve y una relación con otros que no es visible prima facie en la información.

Ahora bien, si queremos, como decíamos antes, pasar de una sociedad a otra, o transformar la sociedad de la información en sociedad del conocimiento, deberemos empezar por cambiar radicalmente nuestro sistema educativo que, anclado en un conocimiento fijado de antemano, organizado y estructurado por otros (eso que se llama currículo), se limita a ser transmisor de una información arcaica -ya no presente- reconstruida a través de disciplinas científicas con metodologías y presupuestos epistemológicos desfasados, en el mejor de los casos, que impiden que los alumnos puedan construir ni reconstruir nada, puesto que lo único que se les pide y exige es que sean buenos reproductores de esa información regurgitada que los profesores, cual pelícanos medievales -me refiero a la enseñanza media- les ofrecemos con nuestros currículos cerrados a cal y canto por las Administraciones educativas y por las editoriales y, por qué no decirlo, también por nuestra pereza y cobardía para cambiar el sistema educativo, sistema que, como se está demostrando cada día más, hace aguas por todas partes y no sirve para casi nada.

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